sábado, 22 de agosto de 2009
3_hombre_
En el trabajo de Federico encuentro una tensión permanente entre figuración expresiva y geometría dura, dos inquietudes aparentemente disímiles pero que constituyen una unidad (o terceridad si nos referimos a la simbología del triángulo) que las supera dialécticamente.
2_tierra_
Siempre me impresionaron sus paisajes porque están pintados, totalmente “desde la imaginación”. En su virtuoso proceso pictórico, en cualquier momento una mancha, (¡el accidente!), hace aparecer una sombra imposible y el devenir de la pintura es transformado generando un extrañamiento modernista, y al mismo tiempo, un árbol o una nube, se dibuja con tal naturalidad que su contemplación emociona como si viéramos un paisaje pintado por la guardia vieja. Con esto quiero sugerir que los paisajes tienen intensidad y sentido, independientemente de las operaciones que realiza la geometría, que había sido previamente diseñada (aunque sólo se descubre al final del proceso), cuyo desarrollo constituye a su vez un texto autónomo en sí mismo, como se puede ver en los trabajos de intervención sobre la ciudad y sobre la arquitectura de los espacios que también realiza.
1_cielo_
La geometría en sus cuadros tiene una raíz fuertemente conceptual pues es el resultado de un proceso mediatizado de dibujo basado en herramientas técnicas de diseño proyectual. Hay algo de aquella belleza terrible, que los futuristas encontraban en las máquinas modernas, en la poesía que Federico descubre en un sistema de conexión eléctrica que permite el pequeño milagro de arrancar un motor industrial, viendo en el símbolo Estrella-Triángulo un Ying Yang funcional. Haiku industrial.
0_origen_
Viendo los dos momentos constitutivos del trabajo de Federico, se me ocurre pensar que si, acaso, el paisaje fuera esquemático o la geometría decorativa no sería tan violenta la irrupción de un código sobre el otro, y la tensión se resolvería en un nivel exclusivamente intelectual, y no habría así belleza. Más, en una negociación permanente, por momentos los paisajes son nocturnos, casi negros, entonces la geometría se impone, otras veces la geometría se disuelve en un cielo luminoso, apenas perceptible como píxeles en una foto de baja definición. Esta dualidad está escenificada por el trabajo con la luz que realiza en esta muestra, con una alternancia de iluminación y apagón de la sala, donde se suceden dos visiones de una misma obra, la diurna y la nocturna. Esta “puesta en escena” de las pinturas, juega poniendo en evidencia la vida de las obras cuando nadie las ve, o la continuidad fantasmagórica de lo pintado en la oscuridad de la noche.
Pablo Rosales, junio de 2009
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